Mirar el cielo desde una ubicación estratégica

Tres instituciones se proponen ampliar las actividades científicas que se desarrollan en la Antártida Argentina con la instalación de un Observatorio Robótico, para el estudio de planetas extrasolares, fenómenos de variabilidad estelar y monitoreo de satélites y basura espacial.

Por Marcela Bello para SeT + Etc.

“En esta época en la Antártida hay tormentas muy importantes y estamos viendo cómo se comporta el edificio”, relata por teléfono el físico Mario Melita. Con esta frase, el investigador da cuenta del estado actual del proyecto que dirige, para construir el Observatorio Robótico Antártico Argentino. 

El Observatorio está en marcha. Comenzó a idearse en 2015 y es desarrollado en conjunto por tres instituciones: el Instituto de Astronomía y Física del Espacio (IAFE, CONICET – UBA), la Universidad Nacional de Hurlingham (UNAHUR) y  el Instituto Antártico Argentino (IAA).

“Una de las principales motivaciones de este proyecto es la de indagar un nicho de investigación donde la Argentina, por ubicación geográfica e historia de la exploración antártica, posee una ventaja relativa inobjetable”, enfatiza Melita, investigador del CONICET con sede en el IAFE y docente de las universidades nacionales de Hurlingham y La Plata. El investigador agrega que “el potencial de un observatorio óptico funcionando en el plateau antártico es reconocido por la Unión Astronómica Internacional”.

Operado remotamente desde Buenos Aires, el Observatorio permitirá el estudio de planetas extrasolares, fenómenos de variabilidad estelar, detección de objetos del Sistema Solar con órbitas muy polares y también el monitoreo de satélites y basura espacial, entre otras líneas de trabajo. 

El Observatorio estará ubicado en la Base Belgrano II, donde hay cuatro meses de astronómica, que es cuando el Sol está por debajo de los 10 grados del horizonte. Es la base permanente más austral de las 6 argentinas y se encuentra a 1300 kilómetros del Polo Sur. “Antártida es una plataforma excelente debido a la calidad del seeing, que es la característica atmosférica para que las imágenes astronómicas en el óptico no se vean distorsionadas”, sostiene la física Adriana Gulisano, jefa del departamento de Ciencias de la Atmósfera del Instituto Antártico Argentino, investigadora del IAFE, e integrante del proyecto. Gulisano, que viajó en varias oportunidades al continente más austral de la Tierra, asegura que, “por muchas razones, Antártida es lo más similar a hallarse en otro planeta, por el aislamiento, las duras condiciones meteorológicas y los fuertes vientos”.Desde febrero de 1904, cuando se instaló la primera estación meteorológica y una oficina de correos, la Argentina tiene presencia ininterrumpida en la Antártida. En la Base Belgrano II, fundada en 1979, ya se desarrollan distintos proyectos de investigación para el estudio de la capa de ozono, rayos ultravioletas, auroras polares y análisis de las variaciones del campo magnético, entre otros. 

El paso a paso 

Distintos integrantes del equipo ya viajaron a la Base Belgrano II en las campañas antárticas de verano 2019-2020 y de 2021-2022 para construir e instalar la infraestructura que albergará al telescopio y lo resguardará de las condiciones climáticas extremas de la zona. Se trata de una cúpula giratoria de fibra de polietileno que se encuentra sobre una base de hierro galvanizado, cuyo funcionamiento fue testeado en la UNAHUR antes de ser enviada a la Antártida.

Tanto la cúpula como su base fueron diseñadas por los flamantes ingenieros mecánicos Andrés Millanovich y Javier Abad, en el marco de una tesina final de la carrera de Ingeniería de la UBA, con la que se graduaron. También participa del proyecto Alejo Adbud, estudiante avanzado de ingeniería, que trabajó en la motorización del telescopio, entre otras tareas.

Debido a las condiciones climáticas, para el diseño y construcción fue necesario tener en cuenta la utilización de materiales aptos para trabajar a temperaturas de hasta -40ºC y para soportar ráfagas de viento de hasta 300 km/h. “Para la puesta a punto, cada material o pieza que adquiríamos tenía en cuenta estos factores sumados a los esfuerzos propios del mecanismo”, cuenta Adbud, que viajó a bordo del rompehielos ARA Almirante Irizar en la última campaña de verano y cumplió “un sueño que no sabía que tenía” hasta que se le presentó la oportunidad. 

Adbud, que espera recibirse a fin de año, resalta que su participación en este proyecto fue una oportunidad para aplicar los conocimientos adquiridos durante su formación: “La experiencia, sobre todo en proyectos como este, trae aparejado un nuevo enfoque en el que los conocimientos teóricos se ponen a prueba todo el tiempo al aplicarlos en la práctica”.

Según explica Melita, el frío no es un gran inconveniente para la parte mecánica del Observatorio aunque sí lo es para la electrónica y la lubricación. “Lo que molesta a la mecánica es la variación térmica, que se dilate y se contraiga durante el día y la noche. En ese sentido, hace mucho frío pero todo el tiempo. Para nosotros es más grave sobre la electrónica, que quizá si hace mucho frío la energía no funciona o funciona mal. Y también la lubricación, porque si la grasa no es especial se congela y se hace como un pegamento”, dice el físico especializado en astrofísica planetaria y desarrollo tecnológico en astronomía antártica.

El Observatorio hoy

Con la base y la cúpula ya instaladas, el equipo ahora realiza una evaluación del funcionamiento del edificio y de sus componentes. Esta tarea es realizada por el IAA, que coordina la realización de investigaciones científicas en la Antártida Argentina, y por el personal militar de la Base. Una de ellas es la teniente Mayra Gordillo, que junto a otras dos suboficiales, se convirtieron en 2022 en las primeras mujeres en habitar la Base Belgrano II.

En la próxima campaña de verano 2022-2023, el equipo planea verificar el estado del edificio, reemplazar algunos componentes e instalar el sistema de control de la cúpula para que pueda manejarse a través de una computadora. Uno de los últimos pasos será la instalación de un telescopio reflector de tipo Ritchtey-Chretien. Melita estima que antes de que sea puesto en funcionamiento, el Observatorio llevará al menos dos años más de trabajo.

Sobre los aportes que podrá realizar este proyecto, Gulisano, especialista en meteorología del espacio, menciona que “el objetivo tecnológico principal es el de desarrollar un sistema de observación autónomo, capaz de funcionar en la Antártida, para ganar experiencia sobre las dificultades técnicas de observar en condiciones extremas y así poder aprovechar estratégicamente las ventajas que ofrece ese continente para la astronomía óptica”.

“Los observatorios astronómicos que hoy se encuentran en la Antártida operan en otras longitudes de onda o con objetivos científicos particularmente acotados. Este proyecto se constituirá como una iniciativa pionera, cuyas producciones han de resultar de gran interés de parte del resto de la comunidad astronómica”, concluye Melita.

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