La lengua en disputa y el derecho a comprender

Especialistas de los estudios lingüísticos de la Universidad Nacional de Moreno y de la Universidad Nacional de José Clemente Paz reflexionan acerca del lenguaje, sus prácticas y la estrecha relación entre el derecho a comprender y el ejercicio de la ciudadanía.

Por Ornella Paez y Micaela Sciaini

El lenguaje es una construcción social y como tal está atravesado por cuestiones históricas, económicas, políticas e identitarias. Sin embargo, está normado, tiene pautas y formas que es necesario abordar para su “buen uso”, pero… ¿Existe una única forma de utilizarlo o en realidad se tendría que pensar en plural y problematizar las múltiples prácticas de la lengua? Además de todo esto, el lenguaje está siempre situado, necesariamente en diálogo con el contexto que habitan los y las hablantes ¿Qué tensiones se encuentran en los distintos usos de la lengua? ¿Cómo se crean acuerdos para garantizar cierto entendimiento? ¿Qué actores intervienen en dichos procesos? ¿Cuál es el rol de las instituciones? ¿Cómo se relacionan estos usos de la lengua con el derecho a comprender?

Sobre algunos de estos interrogantes reflexionan la Dra. Adriana Speranza, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Moreno y el Dr. Martín Servelli, también investigador y docente en la Universidad Nacional de José Clemente Paz. Ambos provienen del campo de los estudios lingüísticos y se encuentran, desde distintas perspectivas, investigando al respecto.

El derecho a comprender y la construcción ciudadana

Cuando se habla del ejercicio de la ciudadanía se piensa inmediatamente en derechos y obligaciones. Ahora bien, un elemento fundamental para ello es el acceso a la información clara y comprensible para todos y todas. No obstante, en la práctica, abundan ejemplos de lo contrario.

En el campo jurídico es común encontrar documentos, leyes y sentencias que abusan de la jerga administrativa, utilizan un lenguaje arcaico y dificultan su entendimiento. En ese sentido, Martín Servelli, doctor en Letras, comenta sobre un movimiento de renovación internacional, que se desarrolla desde los años setenta en los países de lengua anglosajona, conocido como Lenguaje claro. “Esta corriente busca simplificar la redacción de los textos que tienen que ser comprendidos por los ciudadanos para poder acceder al ejercicio de sus derechos”, desarrolla el investigador.

En relación a ello cuenta que en la UNPAZ, en 2015, se incorporó el Taller de escritura y argumentación al plan curricular de la carrera de Abogacía, que se dicta en primer año. Allí, se enseñan prácticas de lenguaje claro, como por ejemplo la economía de palabras para llegar al punto que se busca comunicar y la construcción de oraciones que respeten el orden sintáctico. La importancia de incorporar estas prácticas desde el inicio de la formación se sustenta en que los y las docentes observan que “los mismos estudiantes que van a ser futuros abogados, ya entran como en un modo casi mimético, de adoptar determinados vicios del lenguaje jurídico y una escritura que definiría como enrevesada”, comenta el especialista.

Para el Dr. Servelli, “la democracia se fundamenta en la posibilidad de que todos estemos comunicados y que todos estemos informados para tomar decisiones y si esa comunicación es fallida, eso atenta contra las posibilidades que tenemos de acceder a los derechos y a nuestras obligaciones.” De ahí la importancia de utilizar el lenguaje claro en los documentos institucionales.

En esta línea de reflexión, acerca de la importancia del derecho a comprender para el ejercicio de la ciudadanía, la investigadora Adriana Speranza pone el foco sobre una cuestión muy arraigada en el imaginario colectivo, que es la idea de “Argentina como un país monolingüe”. Sus investigaciones se centran en el estudio de las distintas lenguas que circulan en el espacio del conurbano bonaerense y las variedades dialectales que surgen de la convivencia y del contacto entre ellas.

Al respecto sostiene: “Tenemos una muy importante migración interna, es decir, migración de diferentes provincias que llegan a las ciudades, Buenos Aires, fundamentalmente, pero también al resto de las grandes ciudades del país y sobre todo se establecen en las periferias, es decir, en el conurbano de esas grandes ciudades. Este es un fenómeno que se da desde los años treinta y que no ha menguado.”

Los movimientos migratorios, tan importantes en Argentina desde el siglo XX en adelante, han sido fundamentales en la constitución de la matriz cultural y sociolingüística. En las últimas décadas, el flujo de las migraciones ha mutado de una predominancia internacional hacia la migración interna o de países vecinos. “Nuestros propios coterráneos que vienen de otras provincias, también hablan otras lenguas. El guaraní se habla en Paraguay, pero también se habla en Misiones, en Formosa y en Chaco”, afirma la Dra. Speranza para dar cuenta, a través de un ejemplo, de la diversidad cultural que habita el territorio en el cual se inserta la Universidad.

¿Qué desafíos se pueden encontrar en el ejercicio de la ciudadanía en relación con la lengua? “Nosotros somos fundamentalmente una cultura escrituraria, nuestra lengua, el español, se escribe. Y medimos al resto del mundo en estos términos, entonces nos cuesta mucho, directamente no aparece en el imaginario la posibilidad de que se hable otra lengua o directamente no se sepa leer”, reflexiona la investigadora al respecto.

No contemplar las diversidades culturales y lingüísticas que habitan el territorio, se constituye en una barrera de acceso a los derechos, como salud, educación, justicia y en definitiva, al ejercicio pleno de la ciudadanía.

 

Tensiones y resistencias: entre lo estandarizado y lo disruptivo

El lenguaje es una construcción social y como tal no está exenta de tensiones y resistencias. La lengua tiene normas y pautas pero sus usos y los contextos de los y las hablantes, abren diferentes debates y se constituyen en espacios de interés para la investigación.

Un ejemplo de esto se ve en la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires, donde a través del Instituto de Estudios Judiciales, se brindan cursos de capacitación destinados a graduados y profesionales en ejercicio de sus actividades. Sobre esta experiencia, Servelli cuenta: “Nos hemos encontrado con gente que lo recibe muy bien y con gente que lo rechaza, porque estamos tratando de modificar un estilo discursivo en el cual los profesionales se formaron.” El investigador reflexiona acerca de las dificultades para generar cambios en la lengua y refuerza la importancia de plantar la semilla en el estudiantado.

Si se tiene en cuenta que el ámbito académico, al igual que otras instituciones, posee ciertos patrones estandarizados ¿Se pueden identificar tensiones entre las diversidades que habitan las universidades en las cuales se desempeñan y los procesos de alfabetización académica?

“Absolutamente. La variedad académica es una variedad estandarizada como cualquier otra y que tiene un fuerte peso, es una construcción. Es decir, el lenguaje académico es una construcción histórica, socio histórica, atravesada por las propias tradiciones universitarias y de la construcción del conocimiento de distintas comunidades”, señala Speranza y agrega: “El lenguaje académico es un lenguaje fuertemente codificado y normatizado, y también tenemos que generar una discusión hacia el interior de la comunidad científica para hablar sobre esto, no es una discusión fácil.”

Las tensiones emergen en los ámbitos institucionales. Tanto el jurídico-administrativo como el académico son escenarios normados, en donde muchas veces lo diferente se presenta como disruptivo y genera resistencias. Conocer acerca de la diversidad dialéctica y sus posibles usos lingüísticos, podría ser el primer paso para naturalizar la hibridez propia de la región y empezar a desarmar algunas de estas tensiones.

 

El desafío de la inclusión

¿Cuáles son los desafíos de pensar la diversidad de usos y prácticas del lenguaje en las universidades conurbanas?

“Creo que es una tarea muy importante para nuestras universidades si queremos mostrar, en primer lugar, que tenemos el gran desafío de la inclusión”, reflexiona la investigadora. Y continúa: “Tenemos el desafío de que nuestros estudiantes se apropien de este conocimiento específico que es el conocimiento de la universidad, que puedan desarrollarse profesionalmente como los sectores medios o los sectores más acomodados, que tienen tradición en esto. Pero incorporarse a esa cultura que significa la Educación Superior, la educación profesional, debe ser un proceso que incluya su propia cultura, su propio origen.”

El lenguaje, y por ende el derecho a comprender, son elementos centrales en el ejercicio de la ciudadanía. Los desafíos son múltiples y guardan relación con la diversidad cultural y lingüística que caracteriza a la población, considerar las tensiones y los puntos de contacto y generar espacios en los cuales se pueda debatir y reflexionar sobre ello.

Ambos investigadores encuentran en la universidad aquel ámbito en el cual poder estimular el pensamiento crítico acerca de las prácticas lingüísticas. Buscan que esa reflexión se transforme en una invitación a quienes integran las distintas instituciones, para repensar las formas de comunicación en vías de construir prácticas discursivas más democráticas. 

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